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Homologación de salarios para América del Norte: ¡Claro que se puede!

  • El Súper
  • 1 may 2018
  • 3 Min. de lectura

Prácticamente desde los inicios de la renegociación del TLCAN sindicatos de Canadá y Estados Unidos se pronunciaron por un aumento a los salarios de los trabajadores mexicanos, y esto no solamente como un acto de solidaridad, sino también porque los mismos obreros de estos países han sufrido los efectos de la crisis y de las políticas neoliberales. Una característica histórica del capitalismo ha sido la homogeneización de las condiciones mercantiles para todos los países del mundo, pero esto no quiere decir que gocen de los mismos privilegios, sino que al contrario, dependiendo de su papel como países imperialistas o colonizados son las condiciones que unos imponen y otros aceptan. De tal manera, a México le ha tocado aceptar las condiciones que el imperio estadounidense le ha impuesto, lo cual incluye concesiones de tierras, condonación de impuestos, preferencia de aranceles y, por supuesto, salarios bajos.


Todos estos aspectos involucran una serie de afectaciones a las clases explotadas de México : las concesiones de tierras han implicado desplazamiento de comunidades y pueblos originarios a punta de sangre y fuego; las condonaciones de impuestos han derivado en una menor capacidad de generar servicios públicos, y los salarios bajos son una de las principales causas de miseria en este país. Sin embargo hay una tremenda contradicción en la cuestión salarial que no puede escapar de la mente de los trabajadores, y es que un obrero estadounidense gana hasta 20 veces más que uno mexicano, por hacer exactamente el mismo trabajo, incluso trabajando más horas y en peores condiciones. Un trabajador de una ensambladora de Ford gana $15 dólares la hora en EU, mientras que en México su sueldo es de aproximadamente $100 pesos diarios, y esto, a diferencia de lo que dicen economistas “expertos”, no es culpa de la falta de capacitación, el nivel educativo o la baja productividad, sino que es una condición impuesta para obtener más ganancias. Una mercancía vale lo mismo en el mercado mundial si se hace en un país o en otro, pero la de extracción de plusvalía es mayor cuando la mano de obra es más barata y los gastos de operación son menores, y eso incluye: impuestos, pago de agua, electricidad, renta, etc. Es por ello que los países como México son un imán para las maquilas y plantas ensambladoras, pues sus gastos de operación son mínimos y, dado que México es el país colonizado más cercano a Estados Unidos, la producción de empresas extranjeras son un negocio sumamente lucrativo. En recientes fechas, Donald Trump habló de que un tema importante para renegociar el Tratado de Libre Comercio son los salarios mexicanos. En un afán por mostrarse soberbio ante la burguesía mexicana, propuso que un porcentaje de trabajadores que son empleados de empresas ensambladoras estadounidenses ganaran lo mismo que un obrero de su país. Tener que pagar salarios de esa cantidad es una amenaza a las empresas mexicanas que dependen de la inversión de las empresas extranjeras, pero son cantidades que estas compañías pagan sin problemas en otros países. Y es que es un desafío a la lógica que un trabajador de McDonald's en México gane $115 pesos diarios, cuando uno en EU gana $12 dólares la hora por hacer exactamente el mismo trabajo.


La contradicción que genera esta condición debe ser aprovechada por los trabajadores mexicanos para exigir un aumento al salario, en respuesta de la crisis económica que vivimos, y debemos tener en mente que esto solamente será posible con un movimiento obrero fuerte y organizado, que esté conformado por un sector amplio de la clase trabajadora y que incluya a sindicatos democráticos que abanderen esa lucha. La homologación de salarios y prestaciones para trabajadores de América del Norte no solamente es algo posible, sino necesario para poder aspirar a un mejor nivel de vida, pero además no hay que olvidar que solamente es parte de la larga lucha que debe emprender el proletariado para lograr la toma del poder.



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