Honduras: el fraude consumado
- El Súper
- 27 abr 2018
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El 26 de noviembre de 2017 se celebraron elecciones en Honduras, que dieron como resultado una reelección anticonstitucional y un flagrante fraude electoral como nunca se había visto en la historia de ese país. Desde ese día miles de personas han salido a las calles a protestar contra el régimen de ilegitimidad que está imponiendo Juan Orlando Hernández (JOH), quien contendió por parte del Partido Nacional. Salvador Nasralla, su oponente por parte de la Alianza de Oposición Contra la Dictadura, encabezada por el Partido Liberal apeló a la OEA, a la Unión europea y a la Oficina Comercial de los EU que corrigieran las irregularidades de la elección, pero todo fue en vano, ya que el triunfo de JOH fue reconocido por el Departamento de Estado de los EE.UU. y su vocera Heather Nauert, quien además instó al pueblo hondureño de abstenerse de participar en manifestaciones violentas, dejando ver que a pesar de reconocer la administración de JOH, está plenamente consciente de que se impone bajo condiciones de completa ilegitimidad.

Desde los primeros días de su segundo gobierno, JOH se ha enfrentado a una tremenda crisis de ilegitimidad que ha sido manifestada en numerosas y fuertes protestas. Incluso el toque de queda que declaró el presidente desde el primer día fue ignorado por miles de trabajadores hondureños que salieron a las calles a protestar en diferentes ciudades del país. La crisis de ilegitimidad llegó a un punto en que incluso policías declararon que no usarían sus armas para reprimir a la población en las calles –cabe aclarar que desafortunadamente estas declaraciones solamente representaron a una minoría de los cuerpos policiacos-, por lo que ha sido el ejército quien se ha encargado de llevar a cabo la represión contra el pueblo hondureño. A la fecha se estima que aproximadamente 30 personas han perdido la vida como consecuencia de los ataques de la policía militarizada y el ejército. Pasado el tiempo, Nasralla, desmoralizado y sin estrategia, prácticamente ha abandonado la lucha. El partido Libre (de izquierda) ha asumido un rol protagónico en la lucha contra la imposición, pero desafortunadamente su tendencia reformista los ha hecho preocuparse más por sus puestos en las cámaras de representantes.
México: de dónde aprender.
El caso de Honduras refleja un futuro muy posible en las elecciones en México. Por un lado, el Partido Nacional tiene mucho en común con el PRI, ya que ambos son partidos surgidos de un régimen bonapartista que seguido se ve envuelto en casos de corrupción escandalosos que tienen hartos tanto a trabajadores hondureños como a buena parte de la burguesía de dicho país, pero que obedece a los intereses capitalistas multinacionales más salvajes. Por otro lado, la oposición no es precisamente de izquierda, sino una alianza entre partidos progresistas y de derecha menos conservadora –Salvador Nasralla ni si quiera es de izquierda, sino un empresario que ha trabajado como cronista de deportes en la televisión hondureña-.
El gobierno estadounidense de inmediato reconoció la victoria de JOH a pesar de saber que había sido por fraude electoral, lo que deja claro que a pesar de la tremenda crisis de legitimidad que tenía el gobierno hondureño antes de las elecciones, solo se le permite ocupar el cargo a quien represente los intereses más perversos de la burguesía internacional por apropiarse de los recursos naturales y la fuerza de trabajo de Honduras. Y por último, este régimen se legitima a sí mismo a través de cambios abruptos en la constitución que le permiten la reelección de un presidente, cosa que hasta hace 3 años era casi impensable.
En el caso de México existe un régimen similar al del Partido Nacional, representado por el PRI, en consonancia con el PAN. La oposición, Morena, demuestra cada vez más estar aliada con los intereses de las grandes multinacionales y con la casta burocrática a la que comúnmente se le llama “clase política”, pero con una agenda ligeramente diferente a la de sus adversarios, y con una base popular que podría estropear los planes imperialistas de los EU, que se ven amenazados por potencias emergentes como Rusia y China (no en balde el nuevo discurso que acusa a Rusia de desestabilizar democracias). Desde su existencia, el PRI ha obedecido a los intereses de Washington, por lo que ahora menos que antes hay posibilidades de una transición democrática por la vía electoral, y se ha demostrado una y otra vez a través del fraude. Por último, en México, con la aprobación de la Ley de Seguridad Interior, se acaba de legalizar el uso de las fuerzas militares para controlar protestas, tal y como sucedía en los viejos años del PRI, demostrando que el régimen se prepara para una crisis de ilegitimidad por medio de la fuerza.
En Honduras, los trabajadores deben tomar las riendas de su movimiento, y rebasar a sus liderazgos tibios, para poder escalar la lucha a otros niveles, y evitar que el impulso revolucionario se diluya. En México debemos aprender de las lecciones que nos dan nuestros hermanos hondureños, y prepararnos para un régimen más violento de lo que hemos visto en años recientes.
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