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Réplicas de solidaridad y oportunismo

  • El Súper
  • 29 sept 2017
  • 5 Min. de lectura

Este artículo fue escrito originalmente por El Súper para el periódico estadounidense Socialist Worker.

TRES FUERTES terremotos afectaron el centro y sur de México este mes de septiembre. En las regiones del sur, como Oaxaca, Chiapas y Morelos, ha sido difícil dar cuenta de los edificios derrumbados y las personas afectadas, pero sólo en la Ciudad de México, al menos 38 edificios cayeron, dejando más de 200 muertos y miles heridos.



La respuesta inmediata a los terremotos, en los tres casos, ha sido una tremenda solidaridad de los trabajadores y la gente común. Inmediatamente después del terremoto en el sur, el sindicato disidente de maestros de Oaxaca pidió movilización para apoyar a las personas afectadas con suministros y trabajos de reconstrucción.


Lo que sorprendió a todos, sin embargo, fue la gran muestra de solidaridad que surgió en la Ciudad de México. Cientos de miles de personas se movieron por la ciudad para rescatar a sus vecinos, donar víveres y ayudar en cualquier tarea en la que tuvieran oportunidad. Trabajadores de todo tipo, desde los más humildes albañiles hasta los profesionales más experimentados -e incluso brigadas de inmigrantes indocumentados de Centroamérica- mostraron su deseo de apoyar a todos los afectados por los terremotos.


El hecho de que el sistema de transporte se detuvo durante todo el día después del sismo no impidió que las personas abandonaran sus hogares para brindar apoyo a quienes lo necesitaban. Como resultado, se calcula que alrededor de 70 personas fueron rescatadas vivas de los edificios derrumbados.


Pero los esfuerzos de rescate no han sido sencillas, y se complicaron aún más cuando el ejército entorpeció estas labores.


El segundo día después del terremoto, los militares intentaron tomar el control de todas las áreas afectadas en la Ciudad de México, decididos a impedir que los habitantes se organizaran. En algunos lugares tuvieron éxito, pero en otros fueron desafiados por la organización popular.


El propósito de la intervención del ejército no era acelerar el trabajo de rescate, sino demostrar a los medios de comunicación que las instituciones están a cargo y también restaurar la reputación de las fuerzas armadas, que se ha hundido dramáticamente en los largos años de la guerra contra las drogas.


Pero a medida que las cosas se les salían de las manos, el ejército cambió el enfoque de rescatar a personas atrapadas para derribar escombros con maquinaria pesada. En el caso de una fábrica textil en el centro que se derrumbó con unos 100 trabajadores en el interior, tan pronto como el ejército tomó el control, declaró que el trabajo de rescate sería demasiado difícil, y ordenó una demolición sin tratar de encontrar personas con vida o incluso identificar los cuerpos de quienes hubieran fallecido.


Naturalmente, los voluntarios protestaron, incluso con sus puños, lo que permitió que los trabajos de rescate continuaran. Pero el conflicto con el ejército duró por lo menos tres días, desperdiciando un tiempo valioso que podría haber sido aprovechado para buscar sobrevivientes. Al final, dos mujeres trabajadoras fueron encontradas vivas y docenas fueron encontradas sin vida.


En el caso de otro edificio colapsado cerca del centro de la ciudad (Torreón y Viaducto, en Col. Piedad Narvarte), el ejército no esperó tres días, sino que rápidamente demolió todo el edificio y lo reemplazó con una losa de cemento. Nunca se llevó a cabo la tarea de identificación de los cuerpos.


Ahora está saliendo a la luz que la corrupción en la construcción y las industrias inmobiliarias, desempeñado un papel importante en que el desastre en estos terremotos fuera mucho peor.


Muchos de los edificios derrumbados, así como muchos de los más de 3.000 edificios que fueron seriamente dañados después del terremoto, no cumplieron con muchas normas de construcción y seguridad.


En el caso del Colegio Rebsamen, ubicado en el sur de la ciudad, se encontró que el edificio había sido construido ilegalmente y con numerosas violaciones a la ley. Esta escuela privada dio prioridad a las ganancias obtenidas por albergar a más estudiantes, en lugar de construir una estructura segura para ellos, dando como resultado una trampa mortal para cientos de niños entre 4 y 15 años de edad. Se estima que 32 niños y 5 adultos murieron después del colapso.


Televisa, la red de medios más importante de México, creó una historia ficticia sobre una niña sobreviviente del Colegio Rebsamen que inicialmente atrajo la atención del público. Pero al día siguiente se sabía que la niña no existía y que el noticiario lo había inventado todo.


La diferencia en la conducta entre clases sociales en México ha sido muy notable después del desastre. A diferencia de los trabajadores, que se apresuraron a rescatar a otros en su comunidad, los políticos y los empresarios han buscado aprovecharse de la situación para su propio beneficio.


Algunos gobernadores y funcionarios públicos parecían más preocupados por ser vistos ayudando a los afectados que ayudar realmente a quien lo necesitaba. El secretario de Salud de Oaxaca impidió la entrega de suministros que no eran del gobierno de su propio estado. En la región central de Morelos, las autoridades colocan retenes para interceptar vehículos con suministros, no para entregarlos, sino para acapararlos, posiblemente para usarlos posteriormente como parte de su aparato clientelar para las elecciones nacionales del próximo año.



Mientras tanto, los empresarios han aprovechado la oportunidad para ganar dinero. Carlos Slim, el hombre más rico de México y uno de los más ricos del mundo, declaró que donaría cinco pesos por cada peso donado por el público. Pero el dinero que acabará deduciendo de impuestos por este acto de caridad, le quitará recursos necesarios para la reconstrucción del gobierno en los años venideros – además que al ser dueño de una empresa constructora, seguramente verá beneficios a corto plazo-.


El dueño de la fábrica textil que se derrumbó pidió a las autoridades que hicieran el trabajo de demolición y remoción de los escombros tan pronto como fuera posible, ya que tenía prisa por recoger el dinero del seguro en el edificio.


Las tiendas de Soriana y Walmart han colocado centros de acopio de víveres, esperando obviamente que los víveres sean comprados en sus tiendas, aprovechándose de la solidaridad y la voluntad de apoyar a quienes lo necesitan, para generar ganancias.


Finalmente, está la inmoralidad del mercado; miles de familias han perdido sus hogares y no hay ninguna señal de que lo vayan a recuperar. La Ciudad de México tiene muchos edificios de departamentos que están vacíos pero cuyos precios y rentas están fuera del alcance de la mayoría de las personas afectadas por los terremotos.



Una solución a este problema podría ser la expropiación de estos edificios con el fin de dar un techo a los que perdieron el suyo. Esta será una lucha importante que tendrá que darse en las próximas semanas.


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