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El campo mexicano y su agonía

  • Quak
  • 25 jul 2017
  • 4 Min. de lectura

El campo y la actividad agrícola en México se han visto constantemente amenazados de manera sistemática, y con mayor intensidad desde el año 1994 con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En la actualidad es tal el abandono que este se traduce en el resquebrajamiento social de las zonas rurales, la penetración del narcotráfico, la alza en la emigración, la altísima importación de granos básicos, etc.


Con Sansón a las patadas


Las negociaciones del TLCAN desde el inicio se hicieron desde una posición de desventaja, con relación a los otros “socios” comerciales que son Estados Unidos y Canadá. La capacidad de la actividad agrícola en México se ve disminuida por la falta de subsidios de parte del estado, mientras que en Estados Unidos el subsidio de parte del gobierno representa el 30% del producto en México apenas alcanza el 6%. Además, desde años anteriores a la firma del TLCAN Estados Unidos se había consolidado como la agroindustria número uno a nivel mundial, mientras que México se encontraba fuera de los primeros 25 países mas agroindustrializados, dependiendo aún mucho de la agricultura por temporada. Ha sido y sigue siendo abismal la posición de la agricultura en el campo mexicano en relación con los vecinos del norte, ante esta situación el campesino debe tomar en sus manos su destino, así como día a día toma en sus manos los frutos de la tierra.


Abandono en todos los sentidos


Primero vino el abandono de estado mexicano del cual se favorecieron los grandes capitales extranjeros y nacionales (aunque escasos), y con esto abrir las puertas a la inversión en toda actividad agrícola y la monopolización de semillas e insumos para el trabajo de campo. Resultado de este abandono es otro abandono, pero ahora físico. Los agricultores ya no están, los campesinos han emigrado hacía los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida, casi 600 campesinos emigran diariamente de sus comunidades dejando en ellas a sus familias. Esto ha representado un deterioro del tejido social en las comunidades rurales y una pauperización de las familias del campo, pues en la actualidad el campesino promedio no logra sobrevivir con los que la tierra le ofrece. También el apoyo en el desarrollo científico y tecnológico al campo mexicano se redujo considerablemente así como la matrícula de escuelas destinadas a la agroindustria como la Universidad Autónoma de Chapingo y la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro. También las becas de alimentación y vivienda se han visto reducidas y con ello la oportunidad que más estudiantes profesionalicen la actividad agrícola con su

ingenio y manejo de la ciencia.


¿Quién gana con el desmantelamiento del campo?


Primero, y como ya mencionamos, gana la industria agrícola de los vecinos del norte, prueba de ello es la negativa de algunos republicanos a la iniciativa de Donald Trump de querer renegociar el TLCAN; la mayoría de estos, representantes de los estados sureños de Estados Unidos, que son de amplia actividad agrícola.


Debilitando el desarrollo científico y tecnológico ganan los capitales dueños de toda clase de insumos desde plaguicidas, fertilizantes, semillas, maquinaria y demás.



Ha ganado el narcotráfico que avanza sin medida en las comunidades rurales ocupando las tierras que anteriormente eran destinadas a la siembra de granos, frutos, hortalizas, vegetales, etc., y que ahora son ocupadas para la siembra de enervantes, marihuana y amapola, entre otros. Estas tierras eran 100 mil hectáreas en el año 2006 y se han venido incrementando con prácticas de compra de propiedades comunales y tierras a campesinos que son amenazados hasta que son obligados a vender y posteriormente a trabajar la tierra que alguna vez fue de ellos. Esto también trae consigo un aumento en la violencia y una disputa de poder, lo cual aprovechan inmediatamente estos cárteles del narcotráfico, por su capacidad económica y por la vía de las armas.


Tareas de los trabajadores del campo y la ciudad


Creemos que todas estas condiciones anteriormente señaladas, son la antesala y el terreno perfecto para una posterior reforma al campo que sea justificada por las terribles condiciones en las que se encuentra -sin olvidar quienes la ocasionaron- y que represente el tiro de gracia a la agonía que vive el campo mexicano.

Para contrarrestar estos golpes es preciso organizarse entre comunidades y con sus hermanos de la ciudad, su lucha también es la lucha del proletariado de las armadoras, de las maquiladoras y de todas las demás industrias. Los trabajadores de la ciudad requerimos entender que su lucha nos traerá soberanía alimentaria y un mejor aprovechamiento de la enorme cantidad de suelo fértil.


Es necesario aglutinarse en centrales campesinas democráticas, independientes y anticapitalistas, que antepongan la propiedad comunal y sus determinaciones, ante todo, alejadas de la pudrición de las centrales acaparadas por partidos políticos de los gobiernos en turno. Se requiere que sean los propios campesinos los que determinen la ruta de la actividad agrícola.


Las comunidades rurales se ven ahora obligadas a la defensa de los territorios con arma en mano para proteger a sus comunidades y a sus familias del narcotráfico y de grupos paramilitares financiados por mineras multinacionales. No se pueden permitir confiar en la seguridad del Estado, ya que éste ha demostrado en innumerables ocasiones servir al narcotráfico y viceversa. Un digno ejemplo de este ejercicio son las policías comunitarias de la sierra de Guerrero y algunas otras en Oaxaca; otro ejemplo de cómo la comunidad unida sacó al narcotráfico de sus tierras es Cherán y Ostula, Michoacán. Se deben revisar estos ejemplos de lucha y defender las comunidades.

Las terribles consecuencias del TLCAN en México no podrán revertirse fácilmente, y requerirán de un proceso de recuperación que se dará únicamente con ayuda del proletariado de la ciudad y del campo fuertemente organizados.


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