Cumbre del G-20. Nosotros preparamos el pastel, ellos lo saborean
- Quak
- 11 jul 2017
- 3 Min. de lectura
¿Qué es el G-20?

Es el grupo de los 8 países más desarrollados más otros a los que denominan emergentes y la Unión Europea que participa como bloque. Los países que son miembros de tan selecto grupo son: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Japón, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, Australia, Brasil, Argentina, México, China, India, Indonesia, Corea y la Unión Europea. Además, España acude siempre como invitado. En los últimos años también acuden los presidentes del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Naciones Unidas.
Hacia finales de los 90´s los países que concentran más del 80% de la riqueza mundial determinaron formar este grupo y determinar en una cumbre, que desde 2008 ha sido anual, el curso de la política económica, estrategias de mercado, facilitación del intercambio de productos y materias primas.
¿Un G-20 sin acuerdos?
Por años se desarrolló de manera que los mandatarios de estas nacionalidades asistían - por decirlo de alguna manera - a tomarse la foto y por puro acto protocolario, pues la dinámica del capitalismo internacional era una y todos conocían el rol de sus respectivas nacionalidades. Con las últimas crisis del capitalismo, como la del 2008 - de la que aún se sienten sus estragos - las condiciones internacionales y sus respectivas relaciones de mercado han cambiado. En la actualidad Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza, ha tomado medidas proteccionistas, ha menospreciado el tema del cambio climático y ha desatado una ola de odio contra los migrantes de Oriente Medio y de Latinoamérica. En la Unión Europea esto se ha reflejado tal como si el Atlántico fuese un espejo. El Reino Unido en un referéndum de año pasado decidió salirse de la Unión Europea, el discurso de la extrema derecha francesa estuvo a punto de llegar al poder y en América latina los gobiernos progresistas de años pasados fueron rebasados por la derecha.

La migración, el cambio climático, y el comercio, entre otros igual de importantes, no fueron considerados por todas las diferencias de esta cumbre en relación a las anteriores.
La clase trabajadora y su rechazo al G-20

Hamburgo, ciudad portuaria del norte de Alemania, fue sede de la cumbre del G-20 de este año (7-8 de julio), a la cual se dieron cita más de un centenar de organizaciones de todo el mundo, aunque principalmente europeas, para protestar contra el capitalismo. Todas ellas, abiertamente anticapitalistas, muchas otras socialistas, anarquistas, feministas. Todas salieron a las calles de Hamburgo a reclamar un sistema justo, y a realizar una contracumbre, la cumbre de la solidaridad. Estas organizaciones encabezaron una manifestación a la que llamaron #Bienvenidos Al Infierno, la ambivalencia de este nombre nos refiere por un lado al infierno que ha sido el capitalismo desde sus primeros años hasta la actualidad. Y por otro a la determinación que mostraron en las calles y en las barricadas contra las fuerzas del orden, denominando infierno a la ira transformada fuego y consignas.
Fueron diferentes las expresiones, colectivos culturales realizaron performance por toda la ciudad donde recriminaban y acusaban a la cumbre de ser el punto donde se reparte el botín mundial, donde se comen el pastel antes de ponerlo sobre la mesa. También estuvieron en el frente internacionalistas, el bloque negro y comunistas, que de manera organizada resistieron a dura represión de la policía, y además lograron impedir algunos actos protocolarios - de lo cual los medios no dijeron nada - e incluso algunas esposas de mandatarios no pudieron salir de sus hoteles.
Si los capitalistas se organizan, ¿Qué esperamos para hacerlo nosotros?

El proletariado mundial vive un letargo desde hace tiempo, en nosotros anida la rabia, de nuestra voz salen las consignas de justicia, nosotros vivimos el hambre y nos la pasamos con un trago de amargura. Falta saltar al contraataque organizado, el proletariado con sus partidos de masas tendrá que dar ese golpe y arrebatar el poder, hacerse de lo que por años le ha pertenecido y que es producto de su trabajo. En cada país, a su manera, es indispensable que el proletariado de la ciudad y del campo se hagan del poder y empiece a construir la nueva sociedad.
Después de estas jornadas de lucha en aquella ciudad de Hamburgo, no queda más que recordar el tenaz valor de las centurias proletarias de 1923 que igual que hoy , recorrían las calles, paraban las fábricas, construían barricadas con el único sueño de un mundo mejor.
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