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Los sindicatos están para desafiar a los privilegiados

  • Pranav Jani (Miembro de la International Socialist
  • 29 may 2017
  • 4 Min. de lectura

En los días previos a la huelga del 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer, y ahora en el periodo previo al 1° de mayo, con llamadas a otro día de huelga y protesta para desafiar el ataque anti-inmigrante de Donald Trump, ir a la huelga o incluso estar en un sindicato es considerado un “privilegio”.

“Un día sin mujer es una huelga para manifestantes privilegiados”, por ejemplo, se leyó en el título de una columna del diario Los Ángeles Times publicada antes del 8 de marzo. Ha sido decepcionante y un poco doloroso ver el menosprecio a los sindicatos y huelgas en un lenguaje asociado con la izquierda. Estoy hablando aquí como el hijo de dos profesores sindicalizados que apoyaron a sus sindicatos por completo, incluso cuando tenían sus problemas. Así que sí, soy parcial en ello. Pero mi defensa de los sindicatos y las huelgas también viene de ser un socialista y un trabajador, aunque yo no soy miembro de un sindicato. Con el primero de mayo, necesitamos más discusiones sobre por qué los sindicatos y las huelgas son tan esenciales para nuestras luchas por la justicia social. Sí, las tasas de afiliación sindical son tan bajas hoy en día que ser miembro de un sindicato se puede ver como una suerte. Pero dado el uso actual que se hace del término “privilegio”, parte de lo que se dice es que los trabajadores sindicalizados, con sus salarios comparativamente más altos y mejores prestaciones, están de alguna manera beneficiándose de los trabajadores con salarios más bajos o incluso cómplices de su explotación. Lo que es doloroso aquí es que esto refleja la ofensiva ideológica de los últimos 40 años del neoliberalismo, diseñada para volver a la clase trabajadora en contra de sí misma. Tales comentarios no muestran ningún conocimiento de las luchas y sacrificios que tuvieron lugar para lograr la sindicalización masiva en primer lugar, donde las huelgas de los trabajadores peor pagados y explotados a menudo lideraban el camino. La historia de la organización de los sindicatos industriales del CIO (Congreso de Organizaciones industriales)en la década de 1930 es una historia de lucha por todos los derechos de los trabajadores, así como el desafío delracismo y la discriminación -ya sea que viniera por parte de los patrones u otros sindicatos- así como de la solidaridad entre razas décadas antes del movimiento por los derechos civiles. Sí, es difícil ir a la huelga y renunciar a un día de salario. Pero si alguna vez has estado involucrado con un sindicato o has visto a alguien en acción durante una huelga, sabes que es exactamente la conversación que tiene lugar -o debería- cuando los trabajadores se están preparando para una lucha: ¿Cómo atendemos las necesidades de nuestros miembros? LOS SINDICATOS SON la primera línea de defensa contra la explotación de los patrones. Los trabajadores sindicalizados suelen tener salarios y beneficios más altos que los trabajadores no sindicalizados, porque es más difícil para los jefes forzar salarios y condiciones humillantes a los trabajadores de forma colectiva que de forma individual. Por supuesto, los sindicatos de hoy son mucho menos radicales que en su apogeo. La mayoría está dominada por un liderazgo irresponsable y son leales a un Partido Demócrata que los ha traicionado muchas veces. A veces, los sindicatos toman posiciones contra la izquierda y los movimientos sociales, como cuando la AFL-CIO apoyó el Oleoducto de Dakota del Norte. Por lo tanto, hay que luchar para que los sindicatos sean más populares y orientados hacia demandas y preocupaciones anti-racistas y de justicia social.Pero eso no cambia la importancia de los sindicatos. Cada uno de nosotros, incluidos los claramente sin privilegios, está mucho mejor cuando podemos enfrentar al jefe como un colectivo y no como individuos. Esa es la razón por la quelos derechos sindicales son algo que se debió ganar a través de la lucha, no algo que se nos concedió. Las masivas protestas y huelgas del primero de mayo de 2006 -con más de 1 millón de personas movilizándose para un “Día sin inmigrantes” para protestar contra la legislación antiinmigrante draconiana- debieron haber convencido a todos de la conexión entre la organización de los trabajadores y la justicia social. Por último, el poder que tienen los trabajadores organizados no tiene igual. Nuestra fuerza de trabajo lo hace todo. Cuando los trabajadores retienen su trabajo hasta que se cumplan sus demandas, podemos tener un impacto mucho mayor que, digamos, organizar un mitin de cientos o bloquear una autopista durante unas pocas horas o mantener un plantón en una universidad. Eso no es menospreciar ninguna de estas otras acciones, que son muy importantes. Yo mismo me involucro en ellas todo el tiempo como miembro de la facultad y activista en la Universidad del Estado de Ohio. Pero las huelgas y las acciones de los trabajadores organizados pueden tener un impacto porque los jefes pueden perder grandes sumas de dinero. Imaginemos, entonces, si los trabajadores exigieran no sólo mejores contratos para sí mismos -los cuales merecemos plenamente- sino medidas políticas. Imagínese si dijéramos, en Columbus, que no vamos a trabajar hasta que la policía que asesinó a los jóvenes Henry Green y Tyree King comparezca a juicio. No trabajamos hasta que las personas transgénero estén libres de discriminación en el empleo, la vivienda y los espacios públicos. No hay trabajo y no hay escuela hasta que la Universidad deseche su plan integral de energía, o corta su contrato con Wendy’s, quien ha bloqueado los salarios justos para trabajadores agrícolas. Estamos muy lejos de cualquiera de que esas cosas pasen. Pero sólo imaginarlas muestra cómo una clase obrera organizada puede desempeñar un papel crucial en la lucha no sólo por mejores salarios y condiciones, sino por la justicia social y la transformación de la sociedad.

La historia nos enseña que en todo el mundo, los trabajadores organizados han desempeñado exactamente este papel. Tenemos derecho a mejores salarios en este país.

Queremos derechos sindicales, y nos organizaremos para hacer que los sindicatos sean democráticos, progresistasy receptivos a las necesidades de todos los que nos rodean, estén o no en el sindicato. “Un ataque a uno es un ataque a todos”. Ésa es la tradición de solidaridad de clase trabajadora en la que los sindicatos fueron construidos en los Estados Unidos, liderados por socialistas, comunistas y anarquistas. Es un lema perfecto para el tipo de sindicalismo progresista y de justicia social que necesitamos hoy.

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